EXPOSICIÓN: EL VALOR DE LA LUZ

Exposición | Fotografía

EXPOSICIÓN: EL VALOR DE LA LUZ

Abdú Eljaiek

La Universidad Distrital Francisco José de Caldas, a través de su Facultad de Artes ASAB, el Sistema de Bibliotecas y el Proyecto de Centro Cultural, tiene el gusto de invitarlos a la Exposición "El valor de la Luz" de Abdú Eljaiek, uno de los más reconocidos fotógrafos colombianos que por medio de su obra a recorrido los diferentes géneros como el paisaje, las naturalezas muertas y en especial, el retrato. Abdú Eljaiek, ha registrado desde campesinos y niños, hasta personalidades de la cultura colombiana como el poeta León de Greiff y el dramaturgo y director de teatro Enrique Buenaventura. Esta es una gran oportunidad para entender el valor de la luz del artista.

CONVERSATORIO CON EL MAESTRO ABDU ELJAIEK
"El valor de la Luz" - Vida y Obra

Jueves, 24 de Noviembre de 2016 | 3:00 p.m. | Sede Aduanilla de Paiba, Antiguo Matadero Distrital (Calle 13 # 31-75)
Entrada Libre

Exposición abierta al público: hasta el 2 de diciembre de 2016 
Horario: 8:00 a.m. - 5: 00 p.m.
Entrada Libre

ABDU ELJAIEK
por Santiago Mutis Durán

El trabajo de este fotógrafo calamarí tiene más raíz y más inocencia de la que el hombre de ahora quiere o puede soportar. Es noble, con sencillez, como las palabras de esa niña misteriosa que fue Emily Dickinson: "Si consigo evitar que un corazón se rompa, / no he de vivir en vano". Fácil de decir, incluso de sentir, pero la vida se opondrá a tanta "simpleza".

En sus fotografías no se trata de registrar la vacua cotidianidad de la vulgaridad humana, como tal vez temía Jung de la abundante fotografía que comenzaba a cercarnos: "una conciencia pasiva, meramente perceptiva, o más bien un simple ojo... expuesto sin freno ni selección a la catarata turbulenta, caótica, disparada, de los hechos físicos y psicológicos...".

Los contemporáneos de hoy resienten en su obra el que Abdu no trabaje con "fragmentos, grietas, residuos, harapos, escombros y conjuntos inorgánicos", con la descomposición, la disolución, con "formas abortadas precozmente", con la ambigüedad, lo siniestro... en fin, con las nieblas del Hades.

Podríamos decir, utilizando una vez más las palabras de Jung –espero que no abusivamente– que Abdu quisiera "restaurar al hombre... despertando el recuerdo de la sangre". En la moral bestial de hoy, esto es anquilosamiento, falta de visión, un retroceso... algo totalmente superado. "Tu alma morirá antes que tu cuerpo: ¡no temas ya nada!" Por eso, la más alta poesía es la que nos condena. Ante el brillante nihilismo actual, y la soez realidad en la que florece, muchos aún nos preguntamos: "¿Es posible crecer interiormente?" Todos sabemos que sí, pero la respuesta no es buen negocio, como sí lo son el dejarse arrastrar por la corriente, el lujo, el vicio, la deformidad, la brutalidad, el embrutecimiento... Uno se acostumbra a todo cuando se ha alcanzado el grado exacto de resignación, nos dice Jung. En esta libertad que mutila, en esta atrofia espiritual, esta malformación de los sentimientos, "lo destructivo ha sido convertido en fin en sí mismo". Es aquí en donde la personalidad y el trabajo de Abdu cobran sentido, capaz de contrariar todo este jolgorio apocalíptico, este bosquiano jardín de delicias. Abdu insiste en mostrarnos lo que ya no queremos ver: la firmeza de un ser, un hombre honesto consigo mismo, maduro, erguido, con personalidad, capaz de expresión, de autonomía, de belleza interior, de humildad...

El orden, la composición, los valores formales de sus fotografías son manifestaciones de su temperamento y valores humanos, valores que buscan amorosamente una imagen, y que la sostienen; lo que sólo creemos calidades "tradicionales" , son su voz viva y su secreto, su núcleo, abierto al movimiento del ser; Abdu ve correr la savia de la vida y lo celebra; festeja la sencillez, lo que aflora desde la honda naturalidad; sonríe ante la aparición del humor y nos deja ver todo el peso de la gravedad, de la trascendencia, de la garra con que nos cava el tiempo... que circula misteriosamente en el centro de sus imágenes.

En Colombia hay grandes fotógrafos, entre la generación de Abdu y la de Luis B. Ramos, ajenos por completo a la veta abierta por Don Luis, a la reportería gráfica, a los "hijos" del mexicano Gabriel Figueroa y de la malograda "Que viva México" de Serguei Einsestein, como lo son Erwin Krauss (estoy nombrando menos de la mitad), Otto Moll, Héctor Aceves, Gonzalo Ariza, Fernando Urbina, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Thomas van der Hammen, estos dos últimos pertenecientes a la ciencia, y sus fotografías al documento, pero de una extraordinaria y silenciosa belleza –la de la verdad–, como lo son las fotografías ¡etnográficas" de Theodor Koch-Grünberg (1900), tan admirado por Reichel-Dolmatoff; la belleza no buscada y el desinterés por el estilo en estos fotógrafos "científicos", alcanza en sus manos momentos de un valor a veces más allá, más hondo que el de un rango estético.

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